En los procesos de coaching en los que he participado, el principal elemento que detiene a las personas para tomar la decisión de dar el siguiente paso, grande o pequeño, es el temor al fracaso. No puedo decir que en la totalidad de los casos es la razón de no moverse, pero sin duda su frecuencia es abrumadora sobre las otras opciones.
Si bien es un aspecto entendible y uno a considerar, el gran reto es como lograr sobrepasarlo y que no sea la razón por la cual no se avanza. Es claro que cuando se inicia cualquier proyecto, acción o aventura, existen dos opciones lógicas, por un lado, está el lograr el objetivo o destino, por el otro lado, está la posibilidad de un resultado adverso, que se apega a la definición de la palabra fracaso.
Al agregarle el componente emocional del temor a esta opción de resultado, la combinación se vuelve, en muchos casos, letal para los sueños de muchas personas. El temor es una fuerza poderosa que convence a la mente de no tomar riesgos. El temor al fracaso se convierte en una especie de yunque, atado a las personas. Así que, la misión de desatarse del mismo, se hace prioritaria y necesaria.
Dos grandes preguntas salen en las mentes de todos los que hemos pasado por esa ruta, ¿se puede liberar uno del temor? y de poder hacerlo, ¿cómo se hace? Sin lugar a duda a la pregunta de si es posible, la respuesta categórica es, sí. Como hacerlo, es un aspecto clave y es más fácil de lo que a veces pareciera.
Lo primero, es tomar una posición firme y decir; “el temor al fracaso no será lo que detenga la ruta a los sueños”. Así como suena. Es un primer paso en detener ese componente emocional que, si nace de una emoción, se puede matar con una clara decisión.
El segundo paso es respecto a cómo ver el fracaso. El temor no es indefinido, está en función de algo que se quiere evitar. El fracaso, es una palabra cuyo contenido es mayor a su definición, ya que así la hemos deformado. ¿Cómo superar esto? La mejor forma es ver que un resultado adverso en un proyecto, es uno de los resultados posibles, que no representa el final, sino que un retomar, un reagrupamiento, una oportunidad de análisis y de aprendizaje.
Un revés en un proyecto da muchas oportunidades de aprendizaje. Es lo natural. Cuando somos niños, caminar se vuelve un objetivo. Ese gran proyecto tiene incluidas muchas caídas, cada una de ellas se convirtió en una oportunidad para aprender y experimentar, lo cual naturalmente permitió que se llegara a caminar, y algo importante, de cada una de ellas, hubo que levantarse, una y otra vez. Según la definición, cada caída que tuvimos, fue un fracaso. Visto de esta forma, en cada revés de nuestras vidas, se puede encontrar nuevas formas de hacer las cosas, se pueden conocer nuevas habilidades, se puede recibir nueva información o se pueden identificar nuevas oportunidades. El fracaso en sí, es parte del proceso.
Walt Disney, a sus 22 años fue despedido de un periódico por no ser suficientemente creativo y una de sus primeras empresas quebró. Sin embargo, a pesar de esos “fracasos”, el temor a no lograr otros objetivos no lo detuvo, permitiéndole crear un imperio empresarial basado en la creatividad y una de las empresas más exitosas. Casualmente, Los Beatles, fueron rechazados por una compañía disquera, diciéndoles que no les gustaba su música. Siguieron con su proyecto y un tiempo después firmaron con otra empresa y se convirtieron en el grupo más exitoso de la historia, influenciando la música por los últimos 50 años.
Ante estos ejemplos, quizá el mayor temor que deberíamos tener, es al fracaso a no intentarlo. Si bien nos da la comodidad y seguridad, nos dejará siempre con la gran incertidumbre de lo que pudo ser, si solo lo hubiera intentado. ¿Será que hay que ver el fracaso no como un destino, sino como una forma de llegar a donde queremos llegar? Si me preguntan a mí, creo que sí. ¿Cómo lo ves?